La electromiografía se utiliza para verificar la salud de los músculos y los nervios que controlan los músculos. Los especialistas la solicitan a los neurólogos o neurofisiólogos clínicos cuando hay sospechas de que el paciente sufre una neuropatía, una radiculopatía, una miopatía o el dolor tiene como origen una distrofia muscular.
¿Cómo me tengo que preparar antes de realizar la prueba?
Para su realización no hace falta una preparación especial. Simplemente hay que evitar el uso de cualquier crema o loción el día del examen o la realización de actividad física intensa antes de la prueba. También hay que tener en cuenta la toma de ciertos fármacos que puedan alterar la coagulación sanguínea, como los antiagregantes (aspirina) o anticoagulantes (sintrom o similares), ya que el riesgo de sangrado al realizar los pinchazos es más alto y pudiera estar contraindicada en personas portadoras de un marcapasos. Estas indicaciones te las hará el especialista antes de realizar la prueba para que se adapte por completo al paciente.
¿En qué consiste la prueba?
El proveedor de atención médica introduce un electrodo de aguja muy delgado a través de la piel dentro del músculo. El electrodo en la aguja detecta la actividad eléctrica liberada por los músculos. Esta actividad aparece en un monitor cercano y se puede escuchar a través de un parlante.
Después de la colocación de los electrodos, te pueden solicitar que contraigas el músculo, por ejemplo, doblando el brazo. La actividad eléctrica observada en el monitor suministra información sobre la capacidad del músculo para responder cuando se estimulan los nervios que van a dichos músculos.
Por lo general se lleva a cabo un examen de la velocidad de conducción nerviosa durante la misma consulta para un EMG. La prueba de velocidad se realiza para saber con qué velocidad se mueven los impulsos eléctricos en sus nervios.
¿Duele hacer una electromiografía?
Esta es una de las preguntas qué mas nos realizan nuestros pacientes cuando saben que tiene que realizar esta prueba diagnóstica. En principio no resulta dolorosa, aunque esto siempre va a depender del umbral del dolor de cada paciente, sino más bien algo molesta.
En realidad, ¿para qué se utiliza?
Es una técnica muy útil para diversas especialidades, sobre todo Neurología, Traumatología, Rehabilitación, Medicina Interna o Endocrinología.
Sirven para localizar el área lesionada, concretando si es un problema de una mano, brazo o pierna, o si es algo más difuso y, definiendo si la lesión es de un músculo, nervio, tronco o raíz nerviosa, o de más de uno. Localizar la lesión ayuda a buscar la causa.
Son técnicas básicas en el control evolutivo de las enfermedades ya diagnosticadas que causaron el daño inicial. Este es el caso de lesiones traumáticas que produjeron secuelas importantes en miembros.
También van a ayudar a encontrar alteraciones que darán idea de cómo es la evolución de la enfermedad, indicando afectación, como en la diabetes, enfermedad que requiere control estrecho, y que no da señales de alarma claras para el enfermo hasta que ya es muy tarde.
Publicado en las siguientes categorias Medicina deportiva, Neurología, Servicios adicionales, Tratamientos avanzados, Traumatología y cirugía