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La artrosis y sus tratamientos

Publicado el 28 marzo 2022 por Daniel Arriaza

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La incidencia de la artrosis

La artrosis es la patología articular más prevalente. Produce una carga de sufrimiento personal y social (por el coste de sus tratamientos –tanto conservadores como quirúrgicos-, las bajas laborales, etc.) con frecuencia subestimados. Se calcula que aproximadamente el 10% de los varones y el 18% de las mujeres mayores de 60 años padecen síntomas artrósicos en alguna articulación, y su frecuencia ha aumentado en paralelo a la longevidad y la obesidad.

El concepto de “desgaste” del cartílago articular para explicar la artrosis es algo ya trasnochado. Hoy en día sabemos que se trata de una enfermedad compleja que afecta a toda la articulación (cartílago, membrana sinovial, y hueso subcondral), en la que influyen factores biomecánicos y genéticos. Incluso, la podemos considerar como una enfermedad de todo el cuerpo, en la que factores generales (genéticos, neurohumoralesy hromonales), asociados a factores locales de la articulación afectada van a desencadenar el proceso.

Cómo se manifiesta

Esta enfermedad se caracteriza por el empobrecimiento de las características del líquido sinovial, acompañadas por un deterioro paulatino del estado del cartílago articular y la aparición de cambios  irreversibles en el hueso subcondral, el que está situado bajo el cartílago y le sirve de soporte. Éste, va volviéndose progresivamente escleroso y rígido y en cuyo seno van apareciendo zonas quísticas y de edema óseo, acompañados por la formación periférica de osteofitos (los picos de hueso que deforman las articulaciones, las convierten en más anchas y además limitan su movimiento). Se producen, también, alteraciones en la cápsula articular y en los tejidos blandos periarticulares (desde ligamentos a las inserciones de los músculos y tendones que rodean a las articulaciones afectadas). Estos cambios provocan las manifestaciones clínicas que sufren los pacientes con artrosis: dolor mecánico, al realizar ciertos movimientos o ejercicios, rigidez transitoria tras permanecer en reposo, crujidos o crepitaciones articulares, limitaciones funcionales, deformidad de las articulaciones, etc.

Evolución

Una experiencia habitual de los pacientes es que la evolución de la artrosis no es siempre lineal. En muchos casos se puede ver un curso cíclico, intermitente, con periodos de agudización (en los que se agudizan los cambios estructurales y la deformación e inflamación), seguidos de periodos silentes en los que –aunque las pruebas de imagen, sean radiografías o estudios de resonancia- muestren las mismas deformidades, las manifestaciones clínicas se atemperan y las deformaciones se estabilizan y no progresan significativamente. Uno de los elementos generales que suelen olvidarse es la obesidad, que actúa sobre las articulaciones artrósicas por una doble vía. Por un lado, si se trata de articulaciones de carga, por la mera causa mecánica. Pero por otro lado, porque el tejido graso es un verdadero órgano endocrino, que produce una serie de sustancias  –llamadas adipoquinas- responsables de generar una respuesta inflamatoria mantenida, denominada “meta-inflamación”; y además, en los casos en los que se asocia a dislipidemias, puede provocar que se depositen lípidos en los condrocitos (las células responsables de mantener el cartílago articular) y cambiar su capacidad para sintetizar algunos de los elementos clave del cartílago, como son el colágenos y los proteoglicanos, y liberar además más citoquinas proinflamatorias.

Los tratamientos más efectivos

Esta es la razón de que se estén utilizando con buenos resultados en muchos pacientes tratamientos que no se limitan a intentar reducir los síntomas dolorosos o de inflamación, sino que actúan a un nivel más molecular en las articulaciones artrósicas. Dentro de estos tratamientos, fundamentalmente son útiles las infiltraciones articulares con ácido hialurónico (sobre todo, los que tienen un peso molecular más elevado), el plasma rico en plaquetas y el suero autólogo condicionado (Orthokine). Resulta sorprendente ver cómo, después de inyectar en una articulación un producto que sabemos que desaparecerá al cabo de unos pocos días, muchos pacientes experimentan una mejoría significativa que perdura meses o años. No se trata de magia. Es ciencia. Se trata de actuar al nivel en el que es más posible modificar la fase de la enfermedad y transformar un brote en un periodo silente. Si además se corrigen algunas alteraciones como el sobrepeso y se activa la musculatura que protege a la articulación artrósica, con frecuencia obtendremos un excelente resultado funcional y un marcado alivio sintomático, por más que las radiografías sigan mostrando la misma artrosis que antes del tratamiento. Pero lo que cuenta, al fin, es lograr una adecuada calidad de vida. Y en el caso de que ello no se logre con medidas conservadoras, en muchos casos –hoy en día- hay alternativas quirúrgicas para intentar paliar esos síntomas y devolver al paciente artrósico una calidad de vida adecuada a su edad.

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