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¿Cómo se producen lesiones por sobrecarga en el deporte?

Publicado el 30 julio 2019 por Instituto Médico Arriaza

lesiones por sobrecarga en el deporte

Muchas veces, escuchamos o leemos que «fulano tiene una sobrecarga, o que mengano tiene una lesión por sobreuso». Pero ¿qué significa esto exactamente? Te lo explicamos aquí.

En realidad, el mecanismo de producción de una lesión crónica en un deportista (o en general, en los seres humanos), tiene una explicación mecánica muy sencilla. Veréis, hay que recordar un concepto clásico de mecánica: que una tensión (esfuerzo) actuando sobre un cuerpo o tejido (lo que encontraréis también como «stress»), va a provocar una deformación o elongación (lo que también llamaremos «strain«).

Al ser sometido a esa tensión, el tejido almacena la energía en forma de deformación elástica. Si la deformación está situada dentro del rango fisiológico, el tejido se recuperarápor completo y nos devolverá la mayor parte de la energía absorbida durante su elongación, exactamente igual que hacen una goma o un muelle. Si superamos ese límite, la deformación se llama «plástica«, y significa que, aunque la fuerza deje de actuar, el tejidono recupera por completo sus características originales. Si la fuerza sigue actuando, se produce una rotura o fractura, según sea el tejido sobre el que estén actuando las fuerzas.

En el cuerpo, se calcula que aproximadamente el 95% de la energía se devuelve al sistema en forma de energía cinética, y el resto se disipa como calor, por la fricción de los tejidos, si nos movemos dentro del rango fisiológico de cargas.

Las lesiones por sobrecarga, sobreuso, o por tensiones repetidas, tan frecuentes en corredores, se provocan por la acumulación de microlesiones causadas por esas fuerzas o tensiones repetidas, aplicadas a una frecuencia que el cuerpo no es capaz de tolerar.

Al principio, la deformación está dentro del rango elástico tolerado por el cuerpo, pero con la suma de esfuerzos puede llevar al tejido a la zona de deformación plástica, tanto porque esos esfuerzos sean demasiado elevados, o porque su ritmo de aplicación sea demasiado alto para que los tejidos los asimilen. En el hueso, se producirán microfracturas, y en los tejidos blandos, se rompen los puentes cruzados que existen entre las fibras de colágeno.

La aparición de esas lesiones a escala microscópica favorecen lo que se llama en biomecánica la «histéresis» elástica, que es la diferencia entre la energía requerida (el esfuerzo) para provocar una deformación (o elongación) determinada, y la energía elástica que se almacena para cada ciclo de carga. A medida que se acumula el daño en el tejido de nuestro cuerpo, éste es cada vez más débil, y menos resistente, y se requiere menos fuerza para volver a dañarlo, porque se acumula cada vez más energía en el tejido, en forma de lesión, y además, se devuelve menos energía de manera eficiente para el sistema o el movimiento.

En el cuerpo, hay tejidos que se dañan y se reparar continuamente, pero si la tasa de destrucción (de microdaños) supera a la capacidad de reparación del cuerpo (y cada persona tiene su propia velocidad, dependiendo de múltiples factores, genéticos, hormonales, de edad, alimentación, etc), se produce la lesión por sobreuso. En el hueso, se manifiesta como lo que conocemos como «fractura de fatiga», o de stress; en los tendones, como una tendinosis, muchas veces, con nódulos (o intentos de reparación fallidos) en el interior del tendón.

Por eso, y aunque avancemos muchos en el tratamiento de estas lesiones, un punto clave es el parar a tiempo, el impedir que la lesión progrese y afecte cada vez a más tejido, haciendo cada vez más difícil para el cuerpo el poder repararse, y más prolongado el proceso de curación, con periodos de baja deportiva muy largos. Hay que escuchar al cuerpo y tener sentido común: insistir en forzar a pesar del dolor no es buena idea: salvo en las películas o en los cómics de superhéroes, el final suele ser la lesión. Y el tiempo que se pierde, mucho mayor que el que habríamos tenido que parar si lo hiciésemos al principio, cuando aparecieron las primeras señales de advertencia.

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